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katakrek

Mi Cine

Rebeca, éste si que ha sido siempre duro de pelar

            Por fin, después de lo que a mucho de los que me conocen dirán que es demasiado, he logrado ver La Jungla de Cristal 4. Y es que verla en portugués no me terminaba de cuadrar… no es lo mismo, coño.

 

            Y mira que me lo habían dicho: ¡Esta mierda es buena tron! Pero había algo que aún no me dejaba tranquilo,… y es que la dirigiera el mismo director que perpetró Underworld, no auguraba nada bueno. Por suerte, me equivocaba.

            Pero que conste que si ha habido algo que ha salvado a esta película ha sido, sin duda alguna, el tito Willis. Sí señores, MacLane es quien es, y nos pone. Es el Hombre, con permiso de Clint. Y Él sabe lo que nos gusta. Despiporre. Tiros a mansalva. Y que acabe destrozado. Y que al final diga Yipi kai yeah mother fucker!

            Porque se pasa toda la peli igual,… a verlas venir, pero controlando, improvisando. Y nos importa una mierda que sean ciberterroristas o quinquis del Barrio de la Mina. Los va a machacar.

            Y a partir de aquí spoilers masivos.

           

¿Qué el tío se queda sin balas? No importa. Para matar a la asíatica explosiva ciberterrorista, nada mejor que empotrarse con un todoterreno por un hueco del ascensor.

 

            ¿Qué está explotando una planta de gas a su alrededor? ¡Ná! Se esconde dentro de una furgoneta y a aguantar el chaparrón.

           

            ¿Qué le están cosiendo a tiros desde un helicóptero en medio de un túnel, en el cuál circulan coches en los dos sentidos, en sentido contrario y sin luces? Baaaah… nada mejor que emular a Gran Theft Auto San Andreas, conducir entre el tráfico a tó meter, emportrarse contra la mediana, y hacer que el coche impacte contra el helicóptero, situado a diez metros de altura.  

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            Eso es MacLane, simplicidad pura, el hombre contra el mundo.

 

            Pero si hay algo que resume perfectamente esa filosofía, es la imagen siguiente:

 
 

            Sí amigos: MacLane destrozado, huesos rotos, sucio, pero de pié. Sí, de pié… Después de cruzar una intersección elevada de autopistas a bordo de un trailer gigantesco, cargado de material de alta tecnología, el cuál ha robado después de saltar encima en marcha. Después de sortear los misilazos y descargas de un F-35 desde la cabina del camión en marcha. Después de conducir temerariamente alrededor de explosiones miles, viendo como el jodido puente se está viniendo abajo. Después de abandonar la cabina para saltar al puto F-35, ya que el camión cae en picado hacia la calzada, a 30m de altura. Después de que el piloto del caza abandone su puesto al propulsarse con el sistema de emergencia, al ver que se había cascao el motor… Después de todo esto, nuestro amigo está allí, en el ala del caza, de pié, dispuesto a saltar al vacío.

            Con dos cojones.

Por favor, Tarantino, Ridley, Woo, Nolan,… Por favor, uníos en hermandad, ya tardáis en pedírle de rodillas a Willis que os deje dirigir en conjunto la quinta. Entonces sí que podremos decir, por fin, que ha empezado el siglo 21.

Depredador sesuá

Depredador sesuá

            Debido a que el Tío Bush está preocupado por el tema de los curas homosexuales en EEUU, inicia una cruzada mundial para paliar el problema. En el ocaso de la batalla, se da cuenta de que, escondido en algún ligar de la jungla colombiana, se esconde el Cardenal Camarlengo, que después de haberle dado pasaporte al Papa, y ya desligado de sus obligaciones, está sodomizando a todo un regimiento de insurgentes locales. Visto lo visto, manda a El chuache y sus compañeros de la fundición, todos hipermusculados, para poder así infiltrarse en los baños gays de la provincia y contactar con el desviado cardenal.

            Una vez instalados en el campamento, se dan cuenta de que todos los militares del regimiento enemigo tienen más pluma que Boris Izaguirre en Chueca a las doce de la noche de un sábado, con lo que deciden darles pasaporte a todos menos a la chica, que se la guardan para utilizarla de receptora de todo el amor que acumulan.

            Visto el cáncer que está extendiendo el honorable cardenal por toda la jungla, deciden darle caza y así eliminar la pluma obispal de una vez por todas.

            Por su parte, el otrora papable, viendo que le han quitado toda posibilidad de desfogarse con los militares del lugar, decide seducir a la cuadrilla musculada.

            Primeramente, para allanar el terreno, decide sodomizar al más delgadito, pero viendo que el pesado no hace más que darle el coñazo con las anécdotas sexuales de él y su novia, le da pasaporte. Seguidamente, como necesita a un hombre de verdad, se fija en el tejano. ¡Como le pone! Ese bigote, ese sombrero, esa chulería mascando tabaco,… Pero como los dos son machos muy machos, deciden practicar una doble penetración frontal, y ante la imposibilidad de la apertura uretral, al camarlengo se le escapa la mira láser y le acaba haciendo un estropicio abdominal. Viendo frustrada su intentona, ve claro que es el momento de emociones fuertes y llega a la conclusión que le apetece montárselo de forma interracial, con dos negros, que según tiene entendido, seguro que son los que tienen las escopetas de calibra superior del grupo. Pero la jugada le sale mal, porque el primero le pide posturas raras y, debido a malos recuerdos de su etapa monacal no soporta la presión y se lo carga. Por otra parte, el segundo acaba con un brazo menos, porque lo único que le gustaba era practicar el onanismo viendo como el cura se paseaba delante de él y, a estas alturas, no estaba para juegos preliminares.

            Creyendo que al final va a acabar con los huevos más duros que la frente de Steven Seagal, se pone nervioso, y acaba destrozando al único pretendiente que parecía darle juego, el índio, el cual ya se había preparado para una sesión sado, consolador en mano incluido.

            Con la inquietud que le provocaba todos los fracasos anteriores, decide serenarse y fijar un blanco. Elige al Chuache, ya que le vio el culito en Terminador y no pintaba mal. Para eso se deshace de la chica, dejándola escapar y del chico, mandándolo a buscar los papeles de Salamanca.

            Viendo el Chuache que la enculada es más que inminente y, aceptando su destino, le propone un ultimátum. Una lucha en el barro. Nuestro camarlengo, observando al coronel todo untadito en barro, con los músculos relucientes, totalmente entregado, el cardenal se acuerda que se ha dejado el lubricante en la Enterprise Papal. Así que se citan para la noche, recomendándole a Chuache que buscase un lugar especial, con una hoguerita y un lago, para que se pudieran bañar los dos abrazados, a la luz de la luna.

            Una vez todo listo, todo preparado, comienza una noche memorable. Los dos estaban totalmente entregados. Primero pasaba a la acción uno y después el otro. Se miraban. El rostro recortado por el fuego, los torsos manchados por el barro, las piernas mojadas del agua. Después de mucho batallar, Chuache ve al cura doblegado, apunto de caramelo, y le invita a entrar en su lindo agujero una última vez.

            Rendido el cardenal, exhausto hasta no poder más, decide que ha alcanzado la cima del mundo (mamá), que ya nunca gozará como lo ha hecho esta noche y por eso le propone al Chuache un suicidio pactado a base de cantidades ingentes de chili. Pero nuestro heroe decide que ya le escuece suficiente el culo como para que le entren ardores ahora en el fistro duodenar y se va por patas, dejado a nuestro camarlengo con el corazón (y demás vísceras) destrozado. Fin