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katakrek

Ich bin eine Pechugeneater

Ich bin eine Pechugeneater

            La siguiente historia es un hecho real, cualquier parecido con la ficción es pura coincidencia. Los nombres de los protagonistas no se han cambiado, para que todo el mundo se entere de quién cojones estoy hablando.

 

            Todo el mundo tiene sus fantasías. Pulsiones ocultas en lo más hondo de su alma. Pero sólo unos pocos, los elegidos, son aquellos que están destinados a ver cumplidos sus sueños más anhelados.

 

            Las personas más próximas saben bien que mi novia, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, y que casualmente ha venido a pasar una temporada a Brasil conmigo, ha tenido a bien dejarse practicar una suerte de remodelación recauchutil.

 

            La recuperación ha sido trabajosa, hemos pasado un mes un poco chungo, pero ahora están las cosas fetén.

 

            No obstante, os quiero hacer partícipes de un hecho que hizo que, por un solo momento, todo el Universo pusiera a prueba mi capacidad de comedimiento. Y no fue fácil, os lo aseguro.  Tuve que utilizar todo el arsenal anulador hormonal que tengo en la recámara, llegando a un total estado de petrificación animal, igual que los pájaros que fingen la muerte ante un ataque depredador.

 

            Sicilia, 1913. Otoño. Mi pareja y yo nos dirigíamos alegremente a la clínica. Por fin le iban a quitar la faja protectora, con lo que su pechámen adquiriría total libertad de movimientos de nuevo. La enfermera no nos hizo esperar mucho. Es una chica joven, de unos 28 años, rubia, alta, y bien formada,… ya me entendéis.

 

            Dentro de la sala, a la que acostumbraba a entrar, más que nada para actuar de traductor, mi novia se situó a la derecha, y la enfermera a escasos 50cm de ella, a su izquierda. Era una sala pequeña, por lo que yo no estaba tampoco muy alejado. La chica empezó con quitar dos esparadrapos, para después proceder a retirar la faja. Ya no hacía falta que la llevara más.

 

            Debido a la operación, la cosa estaba muy tersa. Por lo que la enfermera le recomendó a mi novia que se practicase masajes diarios, con el fin de ablandar el tema…

 

            Y aquí saltó la liebre. Mi novia de torso descubierto. Y la enfermera masajeándole las tetas. Las dos mirándose a los ojos. Para ilustrar mejor los movimientos, la propia enfermera se empezó a masajear ella misma, con la otra mano. La conversación que siguió fue más o menos la siguiente (por lo menos dentro de mi mente):

 

            Enfermera: ¿Ves? Las tienes que coger así.

            Mari: ¿Así?

E: Sí, muy bien. Y ahora tócatelas bien. Muy bien… así, suave,… nota cómo se mueven.

M:¡Cuidado! Me haces daño.

E: Tranquila, eso son las primeras veces, ya verás como te acostumbras. Sigue así, muy bien, ¿ves como me las toco yo?

M: Sí,… Se nota que no es tu primera vez.

  

            Entonces fue donde ya no pude más… Mi mente empezó a ir sola… Me imaginaba acercándome a la enfermera por detrás, a echarle una mano, a susurrarle en la nuca… Mientras mi novia se aproximaba a ella de frente, y la enfermera se dejaba hacer.

 

            Samuel: ¿Me enseñas a mí también?

            Enfermera: Sí, claro… Pon las manos aquí. Así,… muy bien, cógemelas las dos, apriétamelas, muy bien… ¡Sí! Sigue… ¡Sigue, por tu madre!

            S: ¿Y con la boca? ¿Sirve también?

            E: Por supuesto…

 

            Y acabábamos los tres, en pelotas, encima de la camilla, sudando, dándolo todo… Las dos mujeres se deshacían por darme placer. Las dos para mí, sin prisa.

 

            En cierto momento la enfermera se paró, me sonrió y me dijo que si quería mirar cómo jugaban las dos solas… A lo que yo respondí: ¿Hace falta que se ponga crema antiestrías, o alguna crema hidratante? Eso sí, con los puños y dientes apretados, la frente sudada, baba en la comisura de los labios y la voz temblorosa. Había despertado. El rabo tieso. La enfermera mirándome con cara rara.

 

            Quería hacer esto más largo. Pero no puedo, disculpadme… Tengo que ir al lavabo… Puta que o parió. Marcado de por vida,… ¿Alguien tiene un kleenex?

6 comentarios

katakrek -

Si te digo la verdad, se me nubló tanto la vista que hasta podría haber sido Carmen de Mairena y no me habría dado cuenta...

Javi -

Joder, creo que esta la he visto... ¿la enfermera no era Veronika Zemanova?

katakrek -

Muy brutote... demasiado...
Y además de lo del ramillete, no nos podemos olvidar del pie al cuello, la mano al tobillo, y puñetazos en el hígado.

M.A Berrakus -

JAJAJAJA.
Menuda situación, y más conociendo lo brutote que te mones ante el mínimo estímulo.
Ahora sólo te queda una fantasía que cumplir, la del ramillete, ya sabes por dónde voy. Ponte al tema, hermano.

katakrek -

Pues sí, poco más que añadir...

SonGoku -

Amén, hermano...