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katakrek

My way

Sir Charles

Sir Charles

He pasado muchos bajones en mi vida, eso lo sabe quien lo tiene que saber. Pero me he vuelto a levantar. El último que pasé fue especialmente duro. Dos meses en cama. Depresión, dijeron. Eso sí, dos meses de horizontalidad unida a Tags, Electrocardiogramas y demás pruebas médicas. Total, para decirme que era del riego. Eso ya lo sabía yo.

Por fin, despues de esos dos meses, me tocó un médico joven. Me miró escrutadoramente, escuchó el mismo discurso que le había metido a todo el mundo durante ese tiempo y me dijo: "Emborráchate". Me sonó como aquel "Deslízate" de Marla. Y lo hice. Pero eso solo es la superficie. La verdad es que volví a ver a mis amigos, los cuales no debería de haber perdido de vista nunca. Y conocí gente nueva. La verdad es que solo conocí a gente que merecía la pena conocer.

Pero hubo algo, que aunque mis amigos no lo crean, me cambió aún más la vida. Y eso fue conocer a Sir Charles. Bukowski. Su forma de afrontar la vida, sus palabras rudas, como un puñetazo en el mentón,... podría enumerar muchas cosas que me llegaron al alma. Desde mi punto de vista, fue un hombre que supo plantar cara la la sociedad en la que vivimos y vivir según lo que le dictara el corazón y, consecuentemente, el hígado.

Supongo que leer a Charles, es una forma hipócrita de enfrentarse a la realidad. Porque todos deseamos ser como Él. Pero no tenemos los cojones suficientes. No obstante, he de decir que, por lo menos a mí me ha ayudado. Me ha hecho ver que, aunque no me salgan las cosas como yo esperaba, tampoco tengo que desesperarme, porque la grandeza de la vida no está en el trabajo, ni en el dinero que gano. Lo bueno de la vida está en las pequeñas cosas. En ese vaso de vino compartido con el tipejo ese que conoces desde párvulos. La brisa en la playa recorriéndola con tu novia y tu perro. Hacerle un favor a un amigo. Y sonreirle al abismo. Todo lo demás carece de importancia. Como dirían los americanos, businnes are businnes. No hay que romperse os cuernos.

Un día más, un día menos

Las tres de la mañana. Una sensación extraña me despierta, me quedaba sin aire. Durante un instante, un solo instante, he tenido la certeza de que iba a morir. Paro respiratorio, muerte súbita, embolia pulmonar. Al momento me digo que no, que todo ha pasado en reacción a un susto situado en la frontera del sueño y la vigilia. Me levanto, toso, me escuece la garganta. Faringitis, anginas algún pólipo simpaticón. No, es que hace frío y me gusta dormir en pelotas (que se le va a hacer). En el trabajo me empieza a doler la cabeza. Vuelta otra vez. Migrañas, hemorragia cerebral, tumor en la corteza. Capullo, llevas tres horas delante del ordenador. A comer. Me sienta como un tiro. Gripe intestinal, ulcera sangrante. Pero tío, te has metido dos platos de lentejas con chorizo. Por la tarde tumbado en el sofá. Me duele la espalda. Un tirón, fisura en una costilla, cáncer de pulmón. Mejor que cambies de postura. Por la noche no ceno. Me mareo. Anemia ferropénica, hepatitis, cirrosis quística, cáncer de páncreas, hipermetropía, hipertiroidismo, mononucleosis, fibromialgia,... Mejor que mañana cenes. ¿Podré soportarlo? Dicen que los hipocondríacos nunca enferman de algo mientras se creen que lo padecen. Me tumbo en la cama. Repaso el día. Que no se me escape ni una. Mañana seguiré con la rutina.