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Egolatría

Me encanta la crema de papaya

Me encanta la crema de papaya

           He estado pensando en una buena manera de escribir este post, y creo que me he liado… Quizás me voy a ir por las ramas, pero bueno, ya me conocéis…

 

Últimamente he estado dándole vueltas a un asunto que, además de no aportarme nada útil, se podría decir que me ha dejado la moral hecha un cisco.

 

Muchas gente que toma confianza conmigo me ha dicho en alguna ocasión cosas del palo Joder tío, ¡Cómo eres!, refiriéndose a mi sentido del humor, o a mi capacidad para llevarme bien con la mayoría de personas… Pero realmente ¿Qué soy Yo exactamente…? Me refiero a dónde está la línea entre el Yo mío, mi esencia, y el resto de pedazos de mí, formado por amigos, familiares, situaciones,… Personalmente creo que debería estarle agradecido a muchas personas,… de las que he heredado mucho, para lo bueno y para lo malo. Muchas de las expresiones que utilizo, formas de hablar, chistes malos,… que tanto me ayudan a moverme por la vida, forman parte de mí sólo porque las recuerdo de alguien que significa o ha significado algo importante para mí.

 

Y está ahí el quid de la cuestión. Nadie es suficientemente fuerte como para ser uno mismo y nada más. Sé que no estoy diciendo nada nuevo. Creo que lo único que buscamos es sentirnos más cómodos y acepados dentro de nuestro grupo, homogeneizando nuestro carácter con el resto, en una suerte de osmosis colectiva que tiende a eliminar lo blanco y lo negro, dejándolo todo en una suave gama de grises.

 

Es aquí dónde, extrañamente quería ir a parar. Si aparto mi carácter, ¿puedo decir que las cosas que me gustan me gustan por que sí,… ¿o es por que estoy dentro de algún saco?

 

Musicalmente no me cabe duda, mis amigos han calado hondo… Si debo citar a mi grupo favorito, mis más íntimos ya lo saben: The Mars Volta… Sin palabras. Y gracias a este grupo he conseguido evolucionar personalmente, o eso creo,… Se me ha abierto más el abanico, conociendo por el camino a Yes, King Crinsom, Tool, etc etc.

 

Literariamente peor. Fueron Javi y Sergio quienes me presentaron a Bukowski… y a partir de allí Vonnegut, Ballard, Fante,… Más de lo mismo.

 

 

Pero en cuanto a películas… Bien es cierto que a Sergio y a Héctor, medianamente, les gusta algo Miike,… Pero también es cierto que, perfectamente podríamos representar los tres el cuadro de las Tres Gracias en pelotas, en cualquier frenopático de Oriente Medio y parecernos lo más normal del mundo.

 

A lo que voy,… aparte de a estos dos zopencos, no he encontrado a nadie al que le comente que Ichi the Killer es mi peli favorita, y de conocerla (que ya es mucho) me siga mirando igual. Si he cometido el craso error de recomendársela a alguien, he tenido que soportar miradas de soslayo, acusadoras.

 

 

Pero es verdad. Me encanta. Para mí, subjetivamente, es de lo mejor que he podido ver en mi puta vida. ¿Porqué? Hasta me lo pregunto yo… ¿Es por la sangre a cascoporro? Né… Y por eso escribo esto, para dar mis motivos, diseccionar la película, aunque os importe una mierda.

 

¿Cómo empezar? Bueno, creo que lo mejor es posicionarse. Un visionado superficial de la cinta nos puede dejar con la impresión que Miike está mal de la cabeza (que lo está), y que es un degenerado que aprovecha la mínima para mostrar amputaciones y sangre por doquier. Para mí no. Desde mi posición puedo afirmar que lo que la película busca es criticar a todas esas películas. Sí hay sangre, pero si lo miramos desde una perspectiva más global, vemos que la sangre está ahí por un motivo esencial: Queremos verla. Y Miike nos permite, mediante una gran metáfora, criticarlo para satisfacernos. Esto se está liando. Voy a exponerlo más claramente, explicando los tres personajes, su significado más allá de la acción y el porqué de cada uno.

 

-    Ichi. Brazo ejecutor. Es el arquetipo de villano. En lo más hondo de su ser no quiere matar, pero debido a que está siendo manipulado por el Director de la película ahora mismo (moviendo piezas, para hacer que mate), y a que el mismo Director le ha montado un pasado horrible y perturbador, está claro que su camino en esta vida es matar. Se nos presenta a un chico tímido, casi autista, que representa al actor enfrentado al papel, totalmente alienado de su vida detrás de las cámaras, se vé obligado a hacer lo que hace, por mucho que le duela…

 

-    Director: Tal y cómo he comentado, es el que mueve los hilos. Se aprovecha de una trama conocida (la base de cualquier película de Yakuzas) para tejer la telaraña y buscar motivos para llenar de sangre la pantalla. Confronta a la banda de Kakihara con un clan rival, manda a Ichi a matar al jefe de Kakihara, le va dictando a Ichi a quién debe matar en cada momento… Todo para mostrarnos aquello que queremos ver.

 

-    Kakihara: El espectador. Nosotros somos Kakihara. Si apartamos la trama homosexual en el mundo Yakuza (recurrente en Miike), lo que podemos ver es que Kakihara se enfrenta a las mismas dudas que nosotros. ¿Quién ha matado a su jefe? ¿Será tan brutal cómo para ofrecerle un espectáculo digno?

 

Y es ahí dónde está lo grande de la película. Durante todo el metraje, se van sirviendo los tópicos de cualquier película de bandas. El malo va matando a todo el que se le pone por delante, preparándonos para la gran batalla final, el gran enfrentamiento entre Ichi y Kakihara… Pero cuando llega el momento ná de ná. Miike se chotea de nosotros. Tanto que lo criticamos por salvaje, cuando Kakihara dice eso de No me decepciones, es lo que estaba esperando, Miike dice Pues ahora te jodes y corta el rollo. Ni pelea ni nada, un final de lo más triste, Ichi llorando en el suelo, pateado por un crío, y Kakihara (nosotros) con cara de WTF.

 

 

Entonces, ante la incomprensión del final, nos decidimos suicidar, y mientras morimos, nos imaginamos nuestro mejor final, la derrota de Kakihara a manos de Ichi, sangrienta, como es de recibo. Pero no. Al final se puede ver al Director colgado de un arbol, muerto, como diciendo Si esperabas que yo te explicara algo, vas listo. Y ahora ya podemos criticar a Miike por depravado. Si no nos gustaba la sangre, no la vamos a ver, nos vamos a joder.

 

Aún quedarían muchas cosas menores por comentar, como la dualidad sado-maso, encarnada en Ichi-Kakihara, el ya comentado tema homosexual, la parodia de la policía de los gemelos perversos, y más cosas que me las dejo en el tintero… Pero esto ya ha quedado demasiado largo.

La mano en el orinal

La mano en el orinal

            La tarde pintaba bien. Humo de cigarros, cerveza por doquier, buena compañía. Brasil había ganado a Chile por tres a cero… tres del mismo, el mismísimo Robinho.

            Cuando ya creía que la fiesta iba a acabar, mis colegas me comentaron que de allí no se movía nadie, que en media hora venía un tipo pegado a una guitarra, a cantar lo que no está escrito. La perspectiva de mi gordo culo repantigado, en el sofá de mi apartamento, me ayudó a no refunfuñar más de lo esperable.

            El artista llegó puntual. Desalojó la pequeña salita en la que nos encontrábamos y no invitó a sentarnos en la adyacente. Desmontó sus bártulos. Montó el equipo. Su compañero empezó a colocar sus dos tambores, uno al lado del otro, corrigiendo nimiamente, cada tres segundos, la posición de los mismos, con una inusitada puntualidad inglesa.

            Al rato empezaron a afinar… Y entonces, poco a poco, se empezó a mascar la tragedia.

            La guitarra nada más que emitía, a través de los altavoces, un chisporroteo molesto. El guitarrista parecía conocer el origen del problema. La pila de la guitarra, que servía para modular el volumen hacia los altavoces, no hacía buen contacto.

            Observé como, torpemente, cogía unas cuantas de esas servilletas de papel ásperas, típicas de los bares cutres. Hizo una pelota con ellas, e intentó utilizarlas a modo de refuerzo, en la hendidura que albergaba la pila,… con la pila dentro.

            Por la cara del individuo, vi claramente cómo se empezaba a cagar en la ley de resistencia de materiales, ya que, cada vez que intentaba introducir la pelotita de marras en el hueco, esta se aplastaba y no entraba. Probó millones de combinaciones, como tratando de convertir la pelotita en un amago de planeta cambiante, algo así como Solaris.

            Poco después, creo que empezó a cagarse en Einstein y la teoría de la capilaridad, ya que con el sudor de las manos, el papel se empezaba a desmenuzar…

            Todo el mundo reprobaba esta situación, chistaba y comentaba con sus compadres lo patético de la situación. Esto no hacía si no poner más nervioso al artista.

            Había que hacer algo, los tiempos del todo o nada habían vuelto. ¡COÑO, HABÍA QUE HACER ALGO, JODER! Y ese algo lo iba a hacer yo. Por España.

            Me levanté de un salto, gracilmente. Se oyeron oh’s! y ah’s! y caralho’s! El guitarrista me observaba con mirada ansiosa, sabiendo que solamente yo podía ayudarle.

            Grité: ¡Un momento! Al mismo tiempo, me llevé la mano derecha al bolsillo, y saqué el paquete de Marlboro, mientras que con la izquierda, asía tres servilletas de papel. Con un pequeño y rápido movimiento de muñeca, doble los papelillos y los metí dentro del chivato del paquete. Doble el chivato hasta formar un cuadrado tan perfecto como la vocalización de Stephen Hawking. Acto segudo, encendí mi mechero y prensé, gracias al calor de la llama, el plástico al papel.

            Finalizada la maniobra, me decidí a abrirme paso entre la gente, paralizada ante la exactitud de mis movimientos. Cogí la guitarra, e introduje el plástico en la hendidura. Devolví la guitarra, miré a los ojos del infeliz, y asentí.

            La guitarra empezó a sonar, y que me aspen si no creí oír a Dios. En ese momento, la gente aplaudió y me rodearon. El dueño del bar me regaló una birra. Corre por cuenta de la casa, chaval. Las tías hacían cola por comerme el rabo, de puro agradecimiento. Sus novios me decían si les podía tatuar mi nombre en su culo. Joder.

            Ésta, es mi historia.

Once again

Once again

Bueno, otra vez aquí de nuevo. Creo que muchas veces he insistido, y sobretodo a rebufo de los comentarios de mis amigos Javi y Sergio, que esto de escribir, y menos aquí, no debe ser una obligación.
Pero no tengo excusa, esto lleva demasiado tiempo vacío. Y no es que vuelva a escribir para contentar a mis fans, que no los tengo, sino porque creo que ahora, y de ahora en adelante, sí que tendré cosas con las que llenar este pequeño espacio.
Mis colegas preguntarán ¿Hey tío, pero no te habías mudado a blogger? Pues sí y no. Quiero y espero poder escribir en los dos blogs a la vez. Los que entren en katakrek, aquí, podrán leer cosas de mí, pero de las que van por dentro. Y los que entren en katakrex, de las que van por fuera. Esto es algo que comprenderán bien mis amistades. Porque siempre hay dos caras de la moneda. Y más en mi vida. Siempre hay dos Samueles. El Samuel seguro de sí mismo, arrogante, ese Juan Sin Miedo estúpido y chistoso, con el que me muevo por la vida. Pero detrás persiste ese chaval inseguro, incapaz de asimilar los cambios, y que espera romper a llorar en cualquier momento, porque no sabe muy bien what’s going on here.
No es que sea así del todo, ni que esto sea un manual rápido de consulta, con el que conocerme mejor. Sé que en la vida no hay blancos y negros puros, que más bien todo es gris. Y creo que el verdadero Samuel es más bien una mezcolanza de todo, un pequeño batiburrillo de conceptos.
Lo que sí está claro, y todos los que me conocen lo saben desde hace un tiempo, es que me voy a Brasil tres años, en teoría de boss de una fábrica de cierta multinacional, o eso creo. Atrás pausaré cosas que hacían que mi yo inseguro quedara en un segundo plano. Piso a estrenar, hipoteca alienante, mi novia de toda la vida (la pasada y la futura, ains), los amigos de verdad, y a la familia que tanto me ha apoyado, y sin la cuál no sería quien soy.
Pero esto es lo maravilloso de internet. Yo estaré en el otro lado del charco, pero tendréis pequeños frasquitos de mí, directamente en vuestras casas. Si es que leéis lo que escribo.
Espero veros a todos a la vuelta. Y si no, que sea por vuestra culpa.

Para qué un título

            Un consejo para aquellos que lo quieran coger y aún les dé tiempo: No os compliquéis la vida. No merece la pena. No estudiéis. No busquéis un trabajo mejor. No aspiréis a nada. Vended hamburguesas en el Burger King. O compraos un taparrabos e iros a vivir a Australia con los aborígenes. Seréis más felices.

Volveeeeer...

Volveeeeer...

            ¡Cachis! Ahora que había retomado el hilo de lo que iba diciendo, me voy de vacaciones dos semanas. Y claro, debido a la calidad de la línea ciberespacial de mi casa, en la cual voy yo más rápido escribiendo los unos y ceros que mi modem  transmitiendo y recibiendo, se podría decir que he estado desconectado de la interné. Ni he escrito, ni he comentado ni he leído. Y, clarostá, 50 mensajes en Hotmail y 87 mensajes en el curro. Fácil, fácil. Delete Pawa.

            Pero ha merecido la pena. Piso amueblado y cada día aprovechado más que el anterior. A modo de resumen voy a resumir (valga la rebuznancia) las conclusiones que he sacado de estos 15 días:

-         A la gente ya no le gusta tajarse... pero se acaba tajando igualmente.

-         Ya no soporto el alcohol como antes... pero acabo tajándome igualmente.

-         El dinero cuesta ganarlo lo mismo... pero me lo gasto más rápidamente.

-         La gaseosa es un gran invento.

-         A finales de Agosto nuevo disco de The Mars Volta, ñum ñum.

-         Mi novia no tiene límite Ikeal.

-         No estoy en mi honda, debo cerrar el puto pico.

-         Sigo odiando a los artistillos pacotillenses, que se creen el ombligo del mundo por hacer canciones donde nadie canta, músicos donde nadie musiquea y videos donde solo se videa basura... ¡Sí, Pastora! ¡Date por aludida!

-         Me lo paso mejor bailando la música de Mc Gyver que con algo de El Canto del Loco.

-         Sigo sin soportar a la Oreja de Van Gogh.

-         Tengo unos amigos muy grandes.

 

            Y muchas cosas más, pero no me voy a extender, no sea que se me acaben las putas ideas. ‘Tapronto.

Al Tresbolillo

Llego como cada mañana, puntual. 8.00. Nada que hacer. Diez horas por delante. Antes de empezar ya sé que va a ser un día poco productivo. Me lio a no hacer nada durante toda la mañana. Pero hay que estar ahí nene, para poder cobrar a fin de mes.

Me doy cuenta que hace mucho que no escribo nada de nada en mi blog. Desde  abril. Dos meses dos. Y no es porque no tenga nada que decir, no. Estoy relleno de ideas como un chut de crema (cremaaa, ummmmm). Pero, supongo, que ha sido por dejadez. Podría haber escrito sobre muchas cosas. Sobre The Mars Volta. Acerca de lo poco que me llama la atención el puñetero Mundial de Alemania. Sobre las reticencias que tienen las adolescentes en tu adolescencia a que les toques las tetas, pero en cambio no ponen pegas a que les metas la lengua hasta las amigdalas. Sobre la mudanza de mi piso. De lo a gusto que me siento con una ceveza y un cigarro recién liado contemplando las vistas desde mi terraza. Sobre ese relato, sobre la imposibilidad de entender a una mente superior desde nuestra perspectiva, de la misma forma que un paramecio ni nos entiende, ni siqueira se plantea que existamos. De los libros que me estoy leyendo, a la vez (El Conde de Montecristo, La Conjura de los Necios, El Heroe de las Mil Caras, La Divina Comedia, Cuestiones Cuánticas). De porqué no he entregado el Proyecto entoavía. De lo monada que llega a ser mi perro. De lo que llego a querer a mi novia. De lo que llego a necesitar a mis amigos. De lo bonito que podría ser mi trabajo si no hubiera tanto dinero de por medio. De mi PSP. De las Ruinas Circulares de Borges. De Star Wars Turco (V.O. sin subtítulos). De Akira, Testuo y Kaneda. De las pocas ganas que tengo de ir a cierta boda. Y de muchas cosas más.

Podría decir que el tiempo que he perdido haciendo otras cosas, igual de prescindibles, lo he aprovechado. Pero la verdad es que no. Me siento como una hoja recién caida al cauce de un rio apacible, arrastrada lenta pero inexorablemente, hacia algún lugar.

 Así que, buscando una excusa, he entrado aquí y he escrito esto. Pero esto tiene poca chicha. ¿Y a quién le importa? ¿O creeis que escribo aquí por obligación?

Paranoid Android

Seguro que muchas de las personas que me conocen, me han escuchado decir la clase de persona én la que no me gustaría convertirme. Me refiero al ámbito laboral. Pero la verdad, es que me dá la impresión que estoy nadando contracorriente. En el poco tiempo que llevo en este mundillo he visto, a mi parecer, demasiadas guarradas. Mucho para mi ya de por sí tocado hígado. Tejemanejes impúdicos, jefes que miran por encima del hombro a los operarios, desfalcos millonarios,... La verdad es que la vida me sonríe, no me puedo quejar, pero cada día que pasa estoy más quemado. Me quemo porque me veo obligado a tomar ciertas decisiones, a adoptar borgianas (de borgia, no de borges) aptitudes para con mis compañeros de trabajo, gente con familia, que no me agradan en absoluto. Más que nada porque, por ahora, aún tengo suficiente empatía como para pensar en el prójimo.

Pero poco a poco voy perdiendo esa capacidad. Cada vez más, me descubro pensando "Que cada palo aguante su vela" o, siendo más reverterianos (?) "Que se lo coman con su pan". Y la verdad es que no me gusta nada. Veo a gente a mi alrededor, con los cojones chiquititos y pegados al culo de las ostias que da la vida, como diría cierto jefe de obra colega mío, que se han convertido en putos robots sin alma, incapaces de mirarte a la puñetera cara, y no quiero ser como ellos. Yo sé que hay otra forma de hacer las cosas. Porque no quiero ser el primero que, llegado el momento, tenga que saltar el muro.

 No explico esto por nada, simplemente para dejar constancia de mi estado de ánimo, para que en el futuro, si me olvido de todo esto que he dicho, haya algo que me lo recuerde. Y también porque he tenido dos semanas donde mi vida ha sido una puta mierda.

Diez mil millones de moscas no pueden estar equivocadas

El problema es mío. Lo tengo bien claro. No me odio, reconozco mis taras y la verdad, puedo vivir con ellas. Padezco de soberbia, a veces y todo de megalomanía. No lo puedo evitar, no me odiéis por lo que soy. La vida se ha encargado de moldearme. Los culpables de todo esto, de lo que me he convertido, sois vosotros.

No me es muy difícil, la verdad, mirar por encima del hombro a los demás mortales. Pero, ¿qué culpa tengo yo? Acaso no es normal leer a Borges, entenderlo, interiorizarlo y después mirar a todo el que esté a tu alcance y reírte en su cara. Sus problemas, motivaciones, inquietudes,… basura comparada con mi mundo interior. Faldas que no son demasiado cortas, cubata que te libraste de pagar en aquel garito. Rimel demasiado caro, fibrarte un poco más e el gimnasio. Objetivos vacíos, existencia inexistente.

Y no es que me ría de las limitaciones de las demás (estoy convencido que no soy superior a la media), causadas por factores socioeconómicos más que físicos, sino de la subnormalidad de la persona al no darse cuenta de que está perdiendo el tiempo con sus cosas, que su realidad es fingida, que existen cosas más edificantes que esnifar pegamento. La gente es feliz en su tema, me mira como un bicho raro al leerse un libro que me ha extasiado, escuchar un grupo de música, para mí cojonudo, comentar cierta película sublime. Para ellos lo mejor es UPA Dance, Bucal y Bisbal. Pues eso, para vosotros.

Sin duda, la trascendencia de este escrito será como siempre casi nula, no cambiará nada, no hará que los demás me miren con otros ojos (si acaso me miarán con ojos peores). De lo que no hay duda es que alguien está equivocado, porque solo hay un camino. Y recordando lo que dijo Ockham, si hay conflicto, la explicación más sencilla es plausible. Por lo tanto, ¿no seré yo el que esté equivocado? ¿No valdría más la pena dejarse llevar por la estupidez, dejar la mente en blanco, consumir todo lo que me echen? Quizás, quizás debería cambiar y convertirme en uno más, en otro enigma con piernas y sin mente. Quizás. O quizás no.