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katakrek

Haiku (I)

    Puño crispado,

    enfrentado al vacío

    grito a solas.

Depredador sesuá

Depredador sesuá

            Debido a que el Tío Bush está preocupado por el tema de los curas homosexuales en EEUU, inicia una cruzada mundial para paliar el problema. En el ocaso de la batalla, se da cuenta de que, escondido en algún ligar de la jungla colombiana, se esconde el Cardenal Camarlengo, que después de haberle dado pasaporte al Papa, y ya desligado de sus obligaciones, está sodomizando a todo un regimiento de insurgentes locales. Visto lo visto, manda a El chuache y sus compañeros de la fundición, todos hipermusculados, para poder así infiltrarse en los baños gays de la provincia y contactar con el desviado cardenal.

            Una vez instalados en el campamento, se dan cuenta de que todos los militares del regimiento enemigo tienen más pluma que Boris Izaguirre en Chueca a las doce de la noche de un sábado, con lo que deciden darles pasaporte a todos menos a la chica, que se la guardan para utilizarla de receptora de todo el amor que acumulan.

            Visto el cáncer que está extendiendo el honorable cardenal por toda la jungla, deciden darle caza y así eliminar la pluma obispal de una vez por todas.

            Por su parte, el otrora papable, viendo que le han quitado toda posibilidad de desfogarse con los militares del lugar, decide seducir a la cuadrilla musculada.

            Primeramente, para allanar el terreno, decide sodomizar al más delgadito, pero viendo que el pesado no hace más que darle el coñazo con las anécdotas sexuales de él y su novia, le da pasaporte. Seguidamente, como necesita a un hombre de verdad, se fija en el tejano. ¡Como le pone! Ese bigote, ese sombrero, esa chulería mascando tabaco,… Pero como los dos son machos muy machos, deciden practicar una doble penetración frontal, y ante la imposibilidad de la apertura uretral, al camarlengo se le escapa la mira láser y le acaba haciendo un estropicio abdominal. Viendo frustrada su intentona, ve claro que es el momento de emociones fuertes y llega a la conclusión que le apetece montárselo de forma interracial, con dos negros, que según tiene entendido, seguro que son los que tienen las escopetas de calibra superior del grupo. Pero la jugada le sale mal, porque el primero le pide posturas raras y, debido a malos recuerdos de su etapa monacal no soporta la presión y se lo carga. Por otra parte, el segundo acaba con un brazo menos, porque lo único que le gustaba era practicar el onanismo viendo como el cura se paseaba delante de él y, a estas alturas, no estaba para juegos preliminares.

            Creyendo que al final va a acabar con los huevos más duros que la frente de Steven Seagal, se pone nervioso, y acaba destrozando al único pretendiente que parecía darle juego, el índio, el cual ya se había preparado para una sesión sado, consolador en mano incluido.

            Con la inquietud que le provocaba todos los fracasos anteriores, decide serenarse y fijar un blanco. Elige al Chuache, ya que le vio el culito en Terminador y no pintaba mal. Para eso se deshace de la chica, dejándola escapar y del chico, mandándolo a buscar los papeles de Salamanca.

            Viendo el Chuache que la enculada es más que inminente y, aceptando su destino, le propone un ultimátum. Una lucha en el barro. Nuestro camarlengo, observando al coronel todo untadito en barro, con los músculos relucientes, totalmente entregado, el cardenal se acuerda que se ha dejado el lubricante en la Enterprise Papal. Así que se citan para la noche, recomendándole a Chuache que buscase un lugar especial, con una hoguerita y un lago, para que se pudieran bañar los dos abrazados, a la luz de la luna.

            Una vez todo listo, todo preparado, comienza una noche memorable. Los dos estaban totalmente entregados. Primero pasaba a la acción uno y después el otro. Se miraban. El rostro recortado por el fuego, los torsos manchados por el barro, las piernas mojadas del agua. Después de mucho batallar, Chuache ve al cura doblegado, apunto de caramelo, y le invita a entrar en su lindo agujero una última vez.

            Rendido el cardenal, exhausto hasta no poder más, decide que ha alcanzado la cima del mundo (mamá), que ya nunca gozará como lo ha hecho esta noche y por eso le propone al Chuache un suicidio pactado a base de cantidades ingentes de chili. Pero nuestro heroe decide que ya le escuece suficiente el culo como para que le entren ardores ahora en el fistro duodenar y se va por patas, dejado a nuestro camarlengo con el corazón (y demás vísceras) destrozado. Fin

La senda del perdedor

La senda del perdedor

Creo que mis amistades se estarán preguntando porqué no he escrito aún nada de Alonso, con lo que me llega a gustar. Y la verdad es que no sólo me gusta este piloto, sino el mundo de la Fórmula1 en general. Pues no lo he hecho por dos motivos. Más o menos, los dos motivos son el mismo, y se pueden resumir con la misma frase: La gente es gilipollas. Ya sea por exceso o por defecto, por pasarse o no llegar, por exageración o menosprecio.
Por un lado, tres semanas antes de convertirse en campeón del mundo, van y le dan el Premio Príncipe de Asturias… Debemos de darnos cuenta que con él, estaba compitiendo el mismísimo Angel Nieto, gloria del motociclismo español y mundial. Pero no, se lo dieron a él. Soberbia estupidez. Por mucho que me guste un piloto no puedo aceptar de buen gusto este tipo de citaciones.
En el mismo saco podríamos meter a los miles de soplapollas que no saben que los monoplazas no corren con Super 97, no tienen ni puñetera idea de que es un cigüeñal y lo más parecido que han visto a un pistón es una tableta de chocolate. Esos patriotillas de pacotilla, que veneran a todo lo que huela a tortilla de patatas, ya sea llegando a la luna o jugando al mus. Y después salen a la calle, durante toda la noche y embriagados (por el éxito de su compatriota y las 23 VollDamm’s ingeridas) y se pasan toda la noche gritando: Alooooonso, Alooooonso, Aluounso, Eluuunso, Alfooooonso,… Y terminan vomitando encima de sus colegas, y destrozando el mobiliario urbano, y violando a perras que están más borrachas que ellos. En fin, al pueblo pan y circo.
En el otro lado de la balanza está la gente que desprestigia al campeón, que le quita importancia a su victoria. Y, aunque parezca mentira, sus motivos son similares a los anteriores. Resumiendo, además de no tener ni puta idea de Fórmula1 ni de la vida en general, son hispanóginos. Y es que no apoyar a la gente de España ( Catalans, Euskeras, Galegos,…) está de moda. En un país donde está de moda el perder, desde batallas históricas hasta la fama de potencia sexual, a los ganadores no se les ve con buenos ojos. Te ponen excusas de que a Alonso se lo han regalado todo, que ha tenido mucha suerte, que su familia tiene mucha pasta y se lo han podido permitir… No teneis, otra vez, ni puta idea. Algún mérito tendrá el puto chaval, que ha ganado un campeonato de regularidad en una liga que mueve cantidades ingentes de leuros, donde sólo compiten los 20 mejores pilotos del mundo… Joder, que alguien se repase su biografía y verá como lo ha pasado de los 7 a los 17 años, de circuito en circuito, por toda Europa, sin vida, en la furgoneta de su padre,… pero no, la gente prefiere losers, perdedores como ellos, sin pasado ni futuro.
Yo, como con casi todo en la vida, prefiero pasar de las opiniones de la gente, sabiendo que yo soy poseedor de la verdad absoluta y que lo que opinen los seres inferiores a mí es basura, seguir disfrutando de la Fórmula1, gane quién gane, apoyando a la gente que simplemente tiene más puntos para congeniar conmigo (no entiendo el Finlandés) y alegrarme mínimamente por una persona cuando las cosas le van bién sin haber tenido que matar a nadie. Amén.

La importancia de llamarse Fumabensa

Este verano he pasado por unos de esos estadios de cambio que te depara el destino. Lo he pasado mal, pero me he fortalecido. No es que haya pasado ninguna desgracia ni que me haya atacado algún virus letal. No, es una cuestión de curro. Y no os quiero aburrir con los detalles. Pero como iba diciendo, he aprendido mucho, tanto moral como técnicamente. Y todo el puñetero verano me ha acompañado una vieja sensación. La de no tener ni puta idea de la vida. Esa sensación de: Si todo el mundo habla mi mismo idioma… ¿cómo es que no entiendo nada? La gente utilizaba palabros que tenían un significado totalmente desconocido para mí, un universo léxico inabarcable se abría ante mis ojos, cual marabunta insectil, y yo ponía cara de poker, asintiendo con seguridad (que es lo más importante del mundo, aparentar que sabes algo, aunque te estén entrando ganas de llorar), diciendo cosas como porsupuesto, claroquesí, y comonolovoyasaber.
Palabros como eslingar (no, no es un sistema de sodomización mariachi), picaje (nada que ver con las pulgas y demás liendres), embridación, califugación (primo hermano del supercalifragilístico), rácor (de los 100 metros valla), tubing (que monada), junta espirometálica (¿¡Quién no tiene tres o cuatro en casa!?), presostato, y demás lindezas que mi mente se ha afanado por borrar por completo.
¿De donde salen estas palabrejas?¿Porqué coño me las señala el Word como falta de ortografía?¿Acaso todos los técnicos del mundo hablan mal? Enigmas sin respuesta amigos.
Ahora, escribiendo esto, me he acordado de otra palabra recientemente descubierta, solo que esta es particular. Así como he adivinado que significan todas las anteriores, a ésta aún la envuelve el misterio. Me refiero a Fumabensa (o fumabenqa): Podría mirar el diccionario, pero creo que estas cosas deben salir del acerbo popular, sino no tendría gracia. Dice el mito, que a esta palabra se la puede ver escrita en ciertos móviles, con la opción de diccionario T9 activada, al escribir Evocadora. Comprobadlo.
La noche que lo descubrimos mis amigos y yo fue la palabra más utilizada (por encima de las que normalmente utilizamos, a saber: joder, birra y complutense). Y para nosotros pasó a ser parte de nuestro vocabulario. Esto me hace reflexionar sobre quién cojones inventó las palabras que normalmente utilizamos. Cómo surgieron todas y cada una de ellas. ¿Un buén día traspasaron el significado personal para utilizarse cotidianamente como palabra de uso? Eso es lo que dice la historia y la lógica. Entonces podría darse el caso de que dentro de unos años todo el mundo estuviera fumabensa esto, fumabenseando las cosas, que la gente se sintiera fumabenseada, tal y como ha pasado con palabras como fistro y diodenar, perpetaciones léxicas atribuidas a Maese Chiquito. Eso me llenaría de gozo.
Como seguramente habréis notado, este texto no lleva a ninguna parte, no se puede extraer ninguna conclusión útil. Si acaso lo que se comprueba es que este parón estival me ha hecho más mal que bién. Si es que es posible que esté peor que antes. Vosotros decidiréis este invierno. Porque he vuelto. Si es que alguien lee esto y le importa lo más mínimo.

La Presencia

Estaba a punto de alcanzar el sueño. Se encontraba en ese punto donde el tiempo pasa de una forma extraña, deslizándose, dejándose llevar con desgana, de puntillas. Pese a que empezaba a hacer calor, permanecía tapado hasta los hombros con una manta, por pereza a poner la ropa de verano. Esto le había creado una pequeña mancha de sudor en la espalda, molesta, pero era más soportable que tener que levantarse a cambiar la manta.
En el momento justo, cuando solo le faltaba un leve empujón para quedarse dormido, una sensación le atenazó el corazón en un instante. Se presentó en un poderoso destello de lucidez, rápido, contundente. Alguien le estaba mirando. Súbitamente sintió un terror indescriptible, similar al que le acompañaba cada noche cuando él no era nada más que un crío, esa clase de miedo irracional que paraliza todo el cuerpo, dejándote respirar nada más, para que puedas paladear el pánico con tranquilidad, sin prisas, durante toda la noche, si hacía falta.
Tenía los ojos de (persona, animal, ente) eso, clavados en la nuca, lo juraría. Sentía su presencia, opresiva. Las paredes de la habitación se movían, notaba como se iban comprimiendo, cerniéndose sobre él, haciendo que ÉL se acercara más y más cada segundo que pasaba. No obstante no podía girar el cuello, le daba demasiado miedo. Pensaba que como se girase y viese algo que normalmente no encajara con el perfil oscuro de su dormitorio, no lo podría soportar, le estallaría el corazón.
Sintió un escalofrío que le recorrió toda la espalda. El sudor que antes casi no notaba se había extendido cubriendo totalmente su espalda. La única diferencia es que ahora estaba frío, y a cada momento que pasaba se enfriaba un poco más, dejándole claro, sin ninguna duda, que el aliento de esa cosa, era el causante.
Rojo, color rojo. La sangre le golpeaba fuertemente la sien, apartando la oscuridad y llenándole los ojos de sangre, roja. ¿Qué cojones había sido aquél sonido? Lo sabía, no se había equivocado, había alguien. Eso había deslizado un pie, lo había arrastrado, seguro que lo había oído. Tenía la boca llena de saliva, demasiado asustado para acordarse de tragar. Un fino hilo se desprendió de su boca y fue a parar a la almohada, pasando previamente por toda su mejilla. Hacía tiempo que las lágrimas habían salido de sus ojos y desde entonces no habían parado. Ese llanto silencioso pero profuso había causado que la nariz también le goteara. Tenía la cara empapada. La boca le sabía a hierro. No iba a poder soportarlo mucho tiempo más.
El corazón a mil. La certeza de que el tiempo se había detenido y había mandado a todo el mundo a tomar por el culo, dejándolo sólo a él en el mundo frente a esa bestia. Tenía que girarse, tenía que verlo, debía sacar fuerzas de donde fuera. Pero no podía. Nopodíanopodíanopodíanopodía. Intentaba girar el cuello pero estaba agarrotado. Se le habían montado los gemelos, tenía los puños muy apretados. Las uñas se le habían clavado en las palmas y la sangre le manchaba las manos. La espalda encorbada. Posición fetal. El brazo izquierdo dormido. Empezó a balancearse de forma sutil. Iba a girarse. Iba a girarse.
En el último instante, logró reunir valor y dio un salto hacia su izquierda, mirando fijamente hacia la oscuridad, al punto donde estaba la puerta de entrada. Allí no había nada. Nada de Nada. Alivio. Poco a poco, se fue girando, sin fiarse del todo, para volver a su lecho, cuando algo le tocó el hombro izquierdo. Como si se hubiera activado alguna palanca, botó, girándose por completo, reposando la sudorosa espalda sobre el colchón, mirándole a los ojos. Era lo único que se le veía. Se le empezó a nublar la vista dejó de percibir todo lo que le rodeaba, permaneciendo solamente esos ojos clavados en su frente, en sus entrañas, en su alma. Notó que se le paraba el corazón y lo último que llegó a escuchar fue, levemente, como le decía: Aquí se acaba todo.

Cazador cazado

Cazador cazado

He vuelto a ver, por quincuagésima vez Depredador. Y la verdad es que no me canso. Puedo verla una y otra vez, sin pestañear. Da igual que me sepa los diálogos, las escenas, la cantidad de veces que apretan el gatillo, da igual. La encuentro soberbia. Una joya de su género. Y es que pertenece a un grupo de películas representativas de una época. Pocas películas de acción actuales pueden compararse a las que se hacían antes. Ahora priman mucho más la acción pura, con movimientos rápidos de cámara, saltos vertiginosos, con protagonistas vacíos, que sólo están allí para eso, pegar tiros. Me vienen a la cabeza muchos de estos títulos, que como Predator, no puedo dejar de ver. Películas como La jungla de Cristal(I) y Arma Letal, que sin tener argumentos muy originales (poli bueno pero que está bién jodido se mete en un berenjenal que tal para matar al malo muy malo que cual); The Thing, joder, que puta pesadilla, terror psicológico de verdad; Conan El Bárbaro, Dino de Laurentis Brutal, esta película cae como una losa (y ya van dos Schwarzenegger); Desafío Total, sin comentarios Yoda-Pujol (tres Arnolds); Batman, Oscuro Burton donde los haya; y terminar aquí con Alien, el octavo pasajero y Blade Runner, por terminar con algunas (pues hay muchas más) representativas, como ya he dicho antes, de una época, que aunque ya se que abarca muchos años, que es punto de referencia.
Y siguiendo con Depredador, es difícil explicar lo que siento con esta película, pero se podría decir que representa, tal y como representa Alien, el paradigma del ser humano, o sea, la catálisis deportiva, la caza salvaje. Aunque podríamos decir que el Alien cazaba para poder reproducirse, encaja también en el sentimiento que quiero explicar. Mucha gente, viendo conmigo Predator, me ha preguntado: ¿Por qué mata el bicho éste? Pues bien sencillo, por diversión, contesto yo. La mueca de desaprobación ante esta excusa para montar un guión es la réplica hacia mi comentario. Pues a mí no me parece que sea una mala explicación, y tampoco que sea poco creible. Pensar que es absurdo que un bichejo se pegue la pateada interestelar solo para romper cráneos me suena tan absurdo o tan creible como que cuatro domingueros conduzcan desde las tres de la mañana durante 300Kms para matar ciervos (que a la postre no se van a comer, sino que van a colgar su cabeza del salón, tal y como hace Predi con las nuestras). Al fin y al cabo, el Depredador representa lo más malo del hombre y le da a probar de su propia medicina.
Otro aspecto que hace de Depredador una de mis películas favoritas (aparte del diseño del personaje, del cual hablaré después) es la forma como el prota decide darle caza. Mimetizarse, utilizar el entorno a su favor, explotar los puntos débiles del rival… o sea, hacer lo mismo que el depredador estaba haciendo. Combatir el fuego con el fuego. Una lucha igualada, entre camaradas. En este punto se llega al momento más memorable de la película (para mí), ese punto de toda película, dónde al revivirlo se te eriza todo el vello del cuerpo, el momento que has estado esperando durante todo el metraje. Esa escena es en la que el Chuache, camuflado térmicamente con barro, arco en mano, carcaj a la espalda, rostro recortado por las llamas que se bambolean rápidamente, tal vez inquietas por saber lo que se avecina, encaramado a un risco, de pie, desafiante, grita a la noche y a su rival, donde quiera que esté. Ese grito visceral, aullido de guerra, anuncia el comienzo de la batalla. Ninguna palabra que hubiera podido decir en ese momento hubiera sido más explicativa que ese grito, que conminaba, inequívocamente, al contendiente hacia la refriega. Con ese rugido le dice claramente: Ven nena, estoy preparado para el baile, tu sabes que te estoy esperando y yo se que vendrás, solo puede quedar uno y estoy convencido que ese voy a ser yo, let’s rock. Impagable, de verdad, se me están humedeciendo los ojos y poniendo los huevos duros solo de recordar.
Por otra parte, está el depredador. Joder. Hay pocos personajes mejor paridos que ese. Extraño cruce entre la Bruja Avería y Jack el Enterrador de la WWF, tiene todo lo necesario para convertirse en todo un icono. Presencia imponente con más de 2,5m, armas de destrucción refinadas pero que destilan cierto aire de medioevo, determinación ante la caza absoluta,… Todo un fiera. Y que cara tiene el bicho. Como dijo Dutch, hacia el final de la pelea, cuando el depredador se quita la máscara y le enseña toda las dos mandíbulas en un rugido: "Eres toda una belleza". Sin duda, aplaudir a su creado Stan Winston La sensación que debía dejar a los soldados seguro que era de lo más desesperante. No lo pueden ver, es más rápido, se mueve en tres dimensiones, es más fuerte y lo más acojonante, no tiene un porqué, está ahí solo para destruirlos, no pueden rogarle, no valen llantos, que lleves gafas, no vale nada y los va a matar uno por uno. La perspectiva no es halagüeña y la frustración es la misma que la que pudieron sentir los integrantes de Diez Negritos de Christie.
Para acabar, remarcar que el mérito de que esta película sea un clásico, como ya he dejado ver a lo largo del artículo no es la bestia, sino el conjunto. Las sensaciones de opresión y el suspense que ello conlleva ayudan a que la película se deslice, queriendo que el Depredador no aparezca cerca de los soldados, porque ya sabes lo que va a pasar. Prueba es de ello la nueva película que junta a Alien y a Depredador. Mismos personajes, mezcla explosiva, santa bazofia. Esperemos que se explote un poco mejor este personaje tan carismático, pero de una manera mejor, con más garra, y se olviden entregas anteriores nefastas, tal y como ha pasado con Batman con la nueva Batman Begins. Larga vida al Depredador.

Con la vena de la frente palpitante

Los sentimientos que te asaltan sentado en el WC, atendiendo a una de aquellas cosas que aún nos unen con todo ser viviente, pueden ser de lo más variado. Miedo ante lo desconocido, incertidumbre ante el futuro próximo incierto, alegría ante un desenlace rápido, frustración e impotencia,… realmente, un abanico de lo más variopinto.
El otro día me encontraba yo enfrascado en dichos menesteres (tarea rápida en mi caso, casi como siempre, que le voy a hacer, es un don) y, no se porqué, se me ocurrió que yo era el único ser de la tierra que hacía eso, no en ese momento, sino siempre. Es ilógico pensarlo, pero por lo que sé de biología todo debemos cagar. No obstante, se hace raro pensar que todo el mundo que ves, aquél tío que toma un café con aire displicente en la barra del bar, aquella tía buena que se cruza contigo por la calle, tu madre, tu jefe,… no, no puede ser, se hace extraño… Pero en el fondo lo sabes, ellos también tienen esa imperiosa necesidad. ¿Qué es lo que hace que mi mente piense de esta forma? Si hacemos caso de los consejos de sabios, lo que nos dicen que la televisión ejerce una influencia elevada en nuestra forma de pensar, deberíamos pensar que ese es el motivo. Y aunque, normalmente discrepe con dicha autoridad (¿competente?), debo reconocer que en este caso tienen razón.
A mi entender, no se si por ahorrar cinta o porque, simplemente queda mal a ojos del espectador, casi la totalidad de las películas y/o series que podemos ver en nuestra casa, en nuestro comedor, en nuestro sofá, no se ajustan a la realidad. Y no es que lo distorsionen, sino que potencian, remarcan, ciertos aspectos de los protagonistas, los más llamativos, seguramente para hacer productos más llamativos, y por el contrario dejan de lado ciertas rutinas más lógicas, a mi entender. Ya sé que algunos me dirán que lo que digo es una gilipollez, que no hay nadie que le interese ver la cotidianidad de los personajes, etc. Pero lo cierto es que, a mí, personalmente (y que conste que ahora no quiero ver como cagan todos los personajes de cada película) me interesaría ver a la gente de cierta forma más realista. ¿O alguien se imagina a Sharon Stone, después de pegar un polvo con Miguelito Douglas, yendo al bidé a limpiarse los costrones resecos de la entrepierna? Hay más ejemplos que se me vienen a la cabeza. Superman lavando su traje después de una dura batalla; Cobra, encarnado por Don-rictus-inmutable Stallone, pasando por el lava-lava su coche, esperando pacientemente a que le den el SuperAbrillantadoDeLuxe; Cameron Díaz dándose cuenta que se ha quedado sin Támpax y más imágenes que seguro que os vienen a la cabeza fácilmente.
Por no hablar del cúmulo de desdichas de las series de televisión. Dichas series nos intentan hacer creer que, por ejemplo, las cosas que les pasan a los protas de turno son cosas de lo más real. Y en parte es cierto. ¿Pero como no nos van a pasar? Si es que les pasa de todo. Joder, es que en una pandilla de seis amigos se juntan todos los sucesos posibles. ¿Cómo puede ser que a solo seis personas, sin haber abandonado el instituto y con solo 17 años, les pase lo siguiente?: Atropellos, fundar un grupo de música (con éxito de ventas), peleas entre ellos y con otros grupos, viajes a tutiplé, bodas, divorcios, contagios de SIDA, embarazos, pasar la selectividad (tres veces), crear un videojuego, enfrentarse con dos asesinos en serie, enrollarse todos con todos (con todos), se arruinan, les toca la lotería, se enrollan con las/los profes, señoras de la limpieza, conserjes, trabajen en la cafetería del insti (todos, profes, conserjes y señoras de la limpieza incluidos), se cruzan con todos los mafiosos de la ciudad, mueren ocho integrantes del grupo, resucitan dos, trece intentos de homicidio, 23 cambios inesperados de carácter, de forma irreversible, y un largo etc. y en cambio no se ve a nadie cagar en toda la puta temporada, manda cojones.
Y es que este mundillo del cine, se me antoja vacio, tal y como le parecía el nuestro a Neo, veía que algo no le encajaba, que todo era irreal, que había algo que no le dejaba ese regustillo a realidad.
Después vienen los malentendidos. Que si tu chica esperaba que te declararas arrodillado en la Fontana di Trevi con banda de música incluida, que si a todas las tías les llega el orgasmo cada 0,15 minutos, que si tus pedos no huelen,… La realidad nos incomoda, nos intentamos alejar de ella acercándolos más al celuloide, olvidándonos de que lo que se nos presenta es artificio, verdad a medias y lo que realmente nos sucede dista mucho de la utópica versión humanoide del cine.
Bueno, después de esta soberbia estupidez, sabiendo que las películas y las series nada más que son eso y que no me las tengo que tomar como un guión de la vida me voy. Este artículo podría ser más extenso, pero la verdad es que me estoy meando.

Diez mil millones de moscas no pueden estar equivocadas

El problema es mío. Lo tengo bien claro. No me odio, reconozco mis taras y la verdad, puedo vivir con ellas. Padezco de soberbia, a veces y todo de megalomanía. No lo puedo evitar, no me odiéis por lo que soy. La vida se ha encargado de moldearme. Los culpables de todo esto, de lo que me he convertido, sois vosotros.

No me es muy difícil, la verdad, mirar por encima del hombro a los demás mortales. Pero, ¿qué culpa tengo yo? Acaso no es normal leer a Borges, entenderlo, interiorizarlo y después mirar a todo el que esté a tu alcance y reírte en su cara. Sus problemas, motivaciones, inquietudes,… basura comparada con mi mundo interior. Faldas que no son demasiado cortas, cubata que te libraste de pagar en aquel garito. Rimel demasiado caro, fibrarte un poco más e el gimnasio. Objetivos vacíos, existencia inexistente.

Y no es que me ría de las limitaciones de las demás (estoy convencido que no soy superior a la media), causadas por factores socioeconómicos más que físicos, sino de la subnormalidad de la persona al no darse cuenta de que está perdiendo el tiempo con sus cosas, que su realidad es fingida, que existen cosas más edificantes que esnifar pegamento. La gente es feliz en su tema, me mira como un bicho raro al leerse un libro que me ha extasiado, escuchar un grupo de música, para mí cojonudo, comentar cierta película sublime. Para ellos lo mejor es UPA Dance, Bucal y Bisbal. Pues eso, para vosotros.

Sin duda, la trascendencia de este escrito será como siempre casi nula, no cambiará nada, no hará que los demás me miren con otros ojos (si acaso me miarán con ojos peores). De lo que no hay duda es que alguien está equivocado, porque solo hay un camino. Y recordando lo que dijo Ockham, si hay conflicto, la explicación más sencilla es plausible. Por lo tanto, ¿no seré yo el que esté equivocado? ¿No valdría más la pena dejarse llevar por la estupidez, dejar la mente en blanco, consumir todo lo que me echen? Quizás, quizás debería cambiar y convertirme en uno más, en otro enigma con piernas y sin mente. Quizás. O quizás no.